Cuelgan
de las cuerdas de la del quinto, las camisas de la infamia. Pertenecen al
maltratador, que amparándose en la sinrazón la somete bajo su yugo. Hoy, sin embargo,
el tendedero está vacío. Solo penden de él las pinzas, mudos testigos del
suceso: abajo, en la calle, yace una camisa.
lunes, 20 de junio de 2016
sábado, 11 de junio de 2016
Cartas a Dulcinea
María
Lorenzo llevaba toda su vida viviendo en El Toboso, rondaba los cincuenta, era
huérfana de padre y su única ilusión provenía de las cartas que cada semana
recibía con gran anhelo. Al principio pensó que se trataba de un admirador secreto,
pero después el tono fue más familiar. Su misterioso autor le relataba disparatadas aventuras repletas de idealismo y
fantasía, aunque a ella lejos de importarle y siendo aficionada a las novelas
de caballería, le entretenían. Intrigada, un día acudió a la dirección del
remitente: allí le aguardaba un
quijotesco anciano, el cual, le confesó ser su padre.
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