viernes, 25 de noviembre de 2016

¡Agua va!







No era el mar pero se le parecía. Aquel torrente de agua había anegado toda la ciudad, y Ernesto mientras tanto, lo contemplaba con indiferencia desde su atalaya. A bordo de su barquito de papel surcaba las inundadas calles sorteando todo tipo de objetos flotantes. Durante su periplo recogía pequeños tesoros: un patito de agua, un flotador, una pelota…hasta que de repente gritó “¡tierra a la vista!”, y decidió atracar en una isla improvisada. Una vez allí, pensó que no debería haberse dejado el grifo de la bañera abierto, así que tras localizar una alcantarilla, levantó su tapadera y el agua fue desapareciendo. Ernesto quería volver a casa.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Nunca es mal momento






Espero que puedas perdonarme por querer acabar con mi vida, pero ya no soportaba que nos cruzásemos en el portal sin que me dirigieras la palabra. Sin embargo, yo suspiraba por hablar contigo algún día y poder sentirte cerca. En las reuniones de vecinos te escuchaba atentamente, y no faltaba a mi cita tras la pared para oírte cantar en la ducha. Pero mi aguante tenía un límite, así que desesperado, esa tarde me arrojé por la ventana al vacío. La fatalidad del destino quiso que cayese sobre ti, aunque por fin me hablaste: "¡me estás aplastando imbécil!" Bueno, nunca es mal momento para empezar…

sábado, 5 de noviembre de 2016

Un vuelo inesperado











Sigo observando mi trocito de cielo desde la ventanilla del avión. El viaje dura doce horas y ahora nos encontramos sobrevolando el Atlántico, pero merece la pena tras un año sin ver a mi familia.
La mayoría de los pasajeros duermen, otros ven una película o escuchan música, y algunos cabecean mientras leen. Esta siendo un vuelo tranquilo, pero de repente, se oyen unos gritos y un estruendo que provienen de la cabina de mando. A continuación, el avión comienza a perder altura y desciende rápidamente. El pánico se apodera de todos; el fin es inevitable…

Probar un simulador de vuelo es una experiencia muy real.

Cambio de hábito











Sigo observando mi trocito de cielo desde la ventana. Cada mañana, al levantarme, subo la persiana, descorro la cortina y contemplo extasiado su celeste infinito. Lo miro desde el retiro forzoso, ya que apenas salgo de casa por la intolerancia a la luz.
Hoy, como otras veces, me levanto, subo la persiana y descorro la cortina. Sin embargo, esta vez me quedo petrificado. Donde antes resplandecía un eterno azul, solo queda el vacío: han quitado el cartel publicitario que atesoraba mis sueños.

He cambiado de hábito: ahora, por la noche, subo la persiana y descorro la cortina; en ocasiones veo un bonito cielo estrellado.

sábado, 22 de octubre de 2016

Veinte años








Al otro lado de la ventana luce un sol estupendo. Saldré con mis amigos a dar un paseo y tomar el aire. Charlaremos animadamente y jugaremos al fútbol o al baloncesto. Iremos a comer juntos y después cada uno irá a hacer sus tareas. Emilio trabaja fabricando muebles de madera, a Luis le encanta su trabajo en la lavandería, y a Miguel le aburre dedicarse a la limpieza. Yo, por el contrario, me siento afortunado de seguir estudiando, así que cada día me dirijo a la biblioteca y me sumerjo entre los libros. Hay que tomárselo  con filosofía, aún me quedan veinte años de condena.

lunes, 17 de octubre de 2016

Jugar con fuego






Cuando se  prendieron las cortinas de la cocina observé con detenimiento como las llamas lo consumían  todo; fue duro perder a mi familia siendo tan pequeño. Desde niño sentí atracción por el fuego y todo lo relacionado con él, así que las visitas junto a mi padre al parque de bomberos donde trabajaba eran habituales. De mi progenitor heredé la pasión por su oficio, participando a lo largo de los años en la extinción de multitud de incendios. Apagar fuegos tan devastadores como el de miles de hectáreas de bosque o el de un rascacielos, es agotador. Sobre todo cuando lo provoca uno mismo.

jueves, 13 de octubre de 2016

Vivir por correspondencia


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Poco antes de que los domingos fueran amargos me sentía muy afortunado, ya que era el día elegido por ella para confiarme sus más íntimos secretos. Contenía en mi interior vivencias de todo tipo, desde romances hasta oscuras confesiones. Sin embargo, con el paso del tiempo todo cambió. Las nuevas tecnologías me relegaron a un segundo plano hasta quedarme solo y apartado. Por fortuna me libré de acabar siendo un montón de chatarra y me colocaron en un museo. Ahora, por fin me vuelvo a sentir un buzón de correos. Incluso a veces me echan alguna carta.

domingo, 31 de julio de 2016

"El pesca"







Herminio pedaleaba con fuerza sobre su vieja bicicleta sin piñones. Corrían los años cuarenta y el negocio de la venta de pescado era duro. Su jornada laboral consistía en recorrer ochenta kilómetros acarreando cien kilos de peces y mariscos. Tanto el cruel invierno como el sofocante calor eran sus compañeros de viaje a través de los montañosos pueblos de Ávila. Herminio prosperó, así que junto a su mujer montó una pescadería en la  ciudad de la muralla. Fue allí cuando comenzó a competir en carreras ciclistas con gran éxito, hasta tal punto que se le conocía por el apodo de “El pesca”.
-¡El siguiente!-gritó el pescadero.

-¡Yo!-contesté con cara de besugo. Me había quedado ensimismado contemplando el cartel que colgaba de la pared de la pescadería,  donde se narraba la historia de Herminio. Su hijo había heredado el negocio familiar y era ahora el que trabajaba con los frutos del mar. El anciano padre ya no estaba allí...”El pesca”, junto a su inseparable bici, seguía pedaleando.

lunes, 20 de junio de 2016

Yace una camisa






Cuelgan de las cuerdas de la del quinto, las camisas de la infamia. Pertenecen al maltratador, que amparándose en la sinrazón la somete bajo su yugo. Hoy, sin embargo, el tendedero está vacío. Solo penden de él las pinzas, mudos testigos del suceso: abajo, en la calle, yace una camisa.

sábado, 11 de junio de 2016

Cartas a Dulcinea








María Lorenzo llevaba toda su vida viviendo en El Toboso, rondaba los cincuenta, era huérfana de padre y su única ilusión provenía de las cartas que cada semana recibía con gran anhelo. Al principio pensó que se trataba de un admirador secreto, pero después el tono fue más familiar. Su misterioso autor le relataba  disparatadas aventuras repletas de idealismo y fantasía, aunque a ella lejos de importarle y siendo aficionada a las novelas de caballería, le entretenían. Intrigada, un día acudió a la dirección del remitente: allí le aguardaba  un quijotesco anciano, el cual, le confesó ser su padre.

viernes, 27 de mayo de 2016

Mi barrio








Recuerdo el olor de la churrería los domingos por la mañana. Recuerdo también pintar con tiza las aceras para jugar a las chapas, los corrillos de chavales cambiando cromos, y los partidos de fútbol  en la plaza del barrio. También recuerdo a los vecinos en la calle sentados en sus sillas, amparados al fresco del anochecer tras una calurosa jornada. La megafonía del camión de la chatarra en busca de algún viejo trasto, o la voz del afilador ofreciendo sus servicios, son sonidos que traen a mi memoria aquellos años de mi infancia; años que ya no volverán.

Al cabo de mucho tiempo, cuando regresé, todo había cambiado. En lugar de la churrería había un bazar, los niños ya no jugaban en la calle ni pintaban con tiza las aceras. El chatarrero y el afilador eran personajes del pasado, algunos vecinos ya no estaban, y los que quedaban tomaban el fresco en sus terrazas. Apesadumbrado, cerré los ojos e intenté evocar aquella época añorada. Al abrirlos, sonreí: un olor a churros envolvía el ambiente, de fondo se oía la voz del afilador, y los niños  volvían a jugar en la calle. Ese si era mi  barrio.

lunes, 2 de mayo de 2016

La nueva amiga







Es como sale mejor; te coloco una almohada bajo la cabeza, separo tus piernas todo lo posible sin forzarlas, observo tu dulce mirada mientras te agarro con suavidad las manos, y me coloco sobre ti juntando nuestros cuerpos. Acabamos de conocernos, pero no es la primera vez que lo hago. Tú sin embargo, eres una recién llegada, aunque con el tiempo llegaremos a intimar y quizá compartamos algo más que la cama, le dijo Mauro. Él se encontraba entusiasmado con su nueva amiga, hasta que de repente vio algo en ella que lo echó todo a perder: Made in China.

sábado, 16 de abril de 2016

Cenizo








"Acuérdate de lanzar mis cenizas al mar y que el viento no las esparza contra tu cara, porque sería el último sitio donde desearía acabar", le dijo malhumorado. Tomás escuchaba con atención la última voluntad de su moribundo padre, aunque solo le interesaba heredar su fortuna. 
Días después, tras fallecer, acudió al notario anhelando recibir su herencia. Se quedó estupefacto cuando oyó que el dinero sería suyo, únicamente si las cenizas caían al mar. Así que Tomás, en presencia de los testigos, se aseguró del sentido del viento, agarró fuerte la urna y las lanzó al océano; lástima que en el último momento una ráfaga les cubriese de ceniza.


¡Maldita sea!







Acuérdate de lanzar mis cenizas al mar, le dijo Sergio a Iván mientras daba otra calada a su pitillo. Los dos amigos tramaban historias con la que entretenerse durante el sopor de las tardes de verano. La última idea consistía en llenar botellas con la ceniza de sus cigarros simulando ser los restos de un difunto. Las acompañaban  de una nota donde explicaban la última voluntad del fallecido.
         A finales de Agosto, Sergio e Iván recogieron una botella idéntica  que les trajo la marea. Al destaparla leyeron su mensaje:
“¡Maldita sea, dejad de contaminar el mar!”




Una larga tradición







Acuérdate de lanzar mis cenizas al mar después de incinerarme, le dijo Cipri a Serafín mientras cavaban una fosa en el cementerio. Eran hermanos y herederos de una larga tradición  familiar de enterradores. Varias generaciones descansaban bajo tierra, ostentando además el récord de sepulturas dadas en la provincia. Serafín no podía permitir semejante osadía, y en plena discusión intentó dar un palazo a su hermano, con tan mala suerte que se cayó al hoyo y perdió el conocimiento. Así que a Cipri no le quedó más remedio que continuar con la tradición.

viernes, 8 de abril de 2016

La gran ola









El día que una ola salte más de lo convenido nos iremos todos al garete, se lamentaba el geólogo de la plataforma petrolífera.  Los trabajadores de la compañía (ingenieros, operarios, buzos…), llevaban semanas trabajando bajo unas condiciones terribles en medio del océano. Agotados e inmersos en una profunda depresión tras haberse producido un incendio, un ataque terrorista y un conato de rebelión, se preguntaban unos a otros: ¿qué más nos puede pasar?, ¿cuándo volveremos a casa?

Así que al día siguiente, un maremoto se encargó de devolverles a su hogar.



Playas lejanas





"El día que coja una ola inmensa puede que caiga al agua", pensaba mientras se disponía a introducirse en el mar. El surf era su pasión, recorriendo medio mundo en busca de las mejores olas. Aquella mañana el océano estaba encabritado y ningún surfista se atrevía a desafiar a Neptuno, pero a él le motivaban los retos imposibles. Embutido en su traje de neopreno y subido a su inseparable tabla, se deslizó sobre una ola gigantesca jamás vista.  Después, tras la espuma y la emoción, desapareció sin dejar rastro. Bueno, hay quien dice haberlo visto surfear en alguna lejana playa…

viernes, 1 de abril de 2016

Cuestión de faltas






“Escribe punto y seguido”, le espetó el Señor Equis al Señor Hache. Habían sido confinados en los calabozos de la Academia de la Lengua por sus malas prácticas lingüísticas y ahora, mientras aguardaban su comparecencia ante el consejo de académicos, preparaban su discurso de defensa basándose en la invasión de los barbarismos. Buena parte de su éxito consistía en la sobriedad de su oratoria, eso sí, sin tener faltas de ortografía que les condenarían irremisiblemente a perder su sillón en la Academia y a caer en el más absoluto ostracismo.

 Y así finalizó el discurso el Señor Hache: “señores académicos, emos concluido”.

El viaje de Celina



Montañas, Marzo, Tren, Db, Sbb, Hielo, Cordillera



“La melancolía de su destino”, leyó Celina durante su trayecto  en tren. Sentada enfrente se encontraba Amalia, que  atraída al ver a la anciana leyendo poesía, entabló conversación con ella. Las unía su pasión por la literatura; Amalia sentía devoción por Murakami, a Celina le embriagaba Cernuda. Tras compartir viajes y confidencias  surgió una profunda amistad, cicatrizando con el tiempo sus  pérdidas: una, la madre que se fue; la otra, la hija que no pudo ser.

Aquel día al subir al tren, supo que ella no volvería. Tras salir de la estación, se detuvo ante una escaparate; había un libro de Cernuda.

El escribiente









"Deja unos puntos suspensivos", le dictó el autor al escribiente. Se conocieron décadas atrás y desde entonces él le transcribió todos sus éxitos literarios. Soñaba con publicar su propia novela, pero todo su tiempo lo dedicaba ayudando al escritor en su meticuloso trabajo. Su día a día transcurría entre modificar y corregir lo que el autor le  dictaba, sólo interrumpido por las pausas de rigor y sus ensoñaciones de creador literario.  Por fin, un día tomó la decisión: anhelante por escribir su propia historia, le abandonó. Aquella mañana, el autor y su ceguera quedaron solos y perdidos en el recuerdo.

martes, 29 de marzo de 2016

El sueño de Karim







Las palabras que ha aprendido en el albergue le sirven para sobrevivir en la ciudad. Karim huyó de la miseria de su país en busca de una vida mejor; atrás dejó a su familia a los que envía con regularidad el escaso dinero que obtiene limpiando las calles. Añora a los suyos, la tierra que le vio nacer y el calor de sus gentes.

Ahora está allí, bajo una palmera recordando los versos de Omar Jayyam, envuelto por el misticismo del desierto. Anochece y el brillo de las estrellas despierta a Karim; son las luces de la ciudad anunciando un nuevo día.

Cómplices del olvido







Las palabras que ha aprendido por la noche las memoriza sin más. A él acuden multitud de individuos de cualquier continente para transmitirle nuevos términos que parecían olvidados. Su ritual siempre es el mismo: los oye mientras mira sus labios, cierra los ojos unos segundos (durante los cuales entra en trance), para finalmente reproducir los vocablos y sus sonidos a imagen y semejanza del emisor.  El devastador virus que afectó a la población, cercenó la capacidad de memorizar de los individuos. Únicamente él es capaz de recordar, atesorando todo el saber y conocimiento de la humanidad. Actúa por la noche; la oscuridad es su cómplice.

lunes, 14 de marzo de 2016

Tiempo pasado




Una vez que se encontraba arriba, sentada en el interior de la cabina,  Gabriela pensó por un instante que quizá no hubiese sido buena idea subirse al teleférico en su avanzado estado de gestación. Se encontraba sola en un país extraño al que únicamente le unía su lengua materna y la pasión por su historia.  De manera imprevista, había sentido el irrefrenable deseo de subirse allí para contemplar la ciudad que la acogió apenas unos meses atrás. Llegó a ella huyendo de un país gobernado por aquellos que de manera inmisericorde, torturaban amparándose en la sinrazón a todo aquel que no pensase igual; entre ellos, el padre de la criatura.

Cuando llevaba ya un buen trecho recorrido, la cabina se detuvo. Quedó expuesta al aire que con benevolencia la hacía oscilar como el péndulo de un reloj. Pero Gabriela no sentía miedo, al contrario, contemplaba ensimismada el manso fluir del río sobre el que se elevaba; mientras,  pensaba que cualquier tiempo pasado fue peor. A los pocos minutos la cabina reemprendió su camino, esta vez sin solución de continuidad. Al final de él se divisaba un feliz y esperanzador futuro…

domingo, 13 de marzo de 2016

Y se hizo el silencio





No podía dormir, era incapaz de conciliar el sueño. La cantidad de ruidos que se oían en el edificio me hacían desesperar por momentos. Mi mujer y yo vivíamos en un apartamento cerca del centro, teniendo por vecinos en el piso de al lado a cuatro pequeños monstruitos que no paraban de aporrear el tabique contiguo a nuestro dormitorio. Por desgracia compartíamos la pared de nuestra habitación con la de su cocina, con lo cual cada noche era una interminable sinfonía de gritos y porrazos. El centrifugado con nocturnidad y alevosía de la lavadora completaban el lote. Alonso y Gonzalo, que así se llamaban dos de los cuatro diablillos en cuestión, eran grandes aficionados a los deportes, golpeaban con un balón nuestro muro de las lamentaciones como si de un frontón rebosante de pelotaris se tratase. 
Luego estaba “el piano fantasma”, llamado así porque era imposible ubicar la procedencia de tan infausto y sempiterno sonido. Era fiel a su cita, puesto que cada noche sobre las once perturbaba nuestros sentidos con una melodía de Los Nocturnos de Chopin. Era penoso ser testigos de semejante ultraje a la obra del compositor  polaco; ¡si al menos hubiese cambiado de fragmento!
Sin embargo, existían dos ruidosos vecinos a los que sí  teníamos localizados. Uno era Fidel, un extraño individuo que no paraba de gritar: “¡madre!, ¡madre!”, incluso a horas intempestivas. Era un poco raro, porque además hacía meses que no veíamos a Doña Amparito, su madre. La franja horaria preferida para llamar a su mamá era la madrugada, posiblemente pensaba que no habría nadie despierto a quien molestar; ¡qué considerado!
Era un tipo de aspecto siniestro, con incipiente alopecia, gafas y aspecto desaliñado. Conducía un viejo cupé negro al que aceleraba temerariamente cada vez que salía del garaje. Temía coincidir con él en el ascensor, ya que no cesaba de hablar solo, de hecho uno de sus temas preferidos levantaban el ánimo a cualquiera: los accidentes de ascensores (demostrando su preocupación por el buen funcionamiento de la comunidad). Incluso en una ocasión asistí a un episodio que casi me hizo huir despavorido. Desesperado y lanzando improperios en dirección a los buzones, terminó haciendo volar por los aires montones de folletos publicitarios (posiblemente no le gustaron las ofertas del "Super" del barrio). El mayor damnificado fue Alfonso, el sexagenario portero depositario de muchos de los secretos de la comunidad,  de hecho se lo agradeció desde lo más profundo.
La otra vecina a la que también teníamos mucho aprecio era  Martina, cuyos tacones y portazos formaban parte ya de nuestro quehacer diario. Tanto era así, que nos convertimos en especialistas del golpeo de palo de escoba, o en su defecto de fregona, contra el techo. Vivía en el piso de arriba y era tal su predilección por el taconeo que en ocasiones dudábamos si tenía instalado un tablao flamenco en su salón, o simplemente se trataba de una venganza sobre el propietario del inmueble, maltratando día tras día su denostado parqué. Nuestra privilegiada ubicación nos permitía disfrutar de su pasión por el baile.
Cuando llegaba el fin de semana era el momento de los vecinos del primero, supuestos estudiantes ávidos de juerga y desenfreno a los que había que reconocerles su dominio de la multiplicación: vivían tres en el inmueble pero podían llegar a juntarse varias decenas, celebrando auténticas orgías de alcohol y sexo hasta altas horas de la madrugada. En cierta ocasión y tras hacerles una visita en pijama de rayas instándoles a bajar su volumen, fueron muy amables conmigo: me invitaron a su fiesta. Decliné su invitación no sin antes dejarme seducir durante unos segundos, e imaginarme traspasando el umbral de Sodoma y Gomorra. Una vez dentro, una ninfa caía en mis brazos (seguramente por la atracción de mi sugerente pijama), pero al mirar su rostro huía despavorido tras contemplar que era  el de mi mujer. Al final, sobre las dos de la mañana, mi esposa y yo  (que únicamente teníamos en común nuestra adicción a dormir con tapones en los oídos) decidimos llamar a la policía.  El escándalo fue de órdago y el resultado  espectacular: la medición de los decibelios casi reventó el aparatito, marcando un nuevo récord en la ciudad.
En fin, dado que me he vuelto a desvelar de nuevo, he tomado la decisión de picotear algo y bajar a pasear por el barrio. Son las cuatro y media de la madrugada y hace una noche estupenda. Me vendrá bien tomar el aire para intentar borrar mis malos pensamientos. Me visto, me calzo mis zapatos y agarro una chaqueta cualquiera mientras me dispongo a salir de casa. Salgo al rellano y bajo las escaleras entre portazos, taconazos, gritos y alaridos varios para acabar saliendo del portal a la oscuridad de la calle. Una vez allí, paseo por la acera iluminada bajo la tenue luz de las farolas. Noto algo extraño en el ambiente. Me detengo, no sé lo que sucede. Miro a mí alrededor y pienso que hay algo que no encaja. Al fin, me doy cuenta: es el silencio. 



Javier Ubach

sábado, 12 de marzo de 2016

Cualquier palabra



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Lo que daría porque fuese ya de día y su dulce voz me susurrase al oído. Cualquier palabra suya, por insignificante que resultase, conseguía dibujar una tenue sonrisa en mi rostro olvidado. Las noches se hacían eternas sin poder conciliar el sueño, rumiando multitud de pensamientos que pertenecían a mi vida pasada. Me asaltaban sin previo aviso y se clavaban en mi mente como agujas buscando ser hilvanadas por mis recuerdos perdidos. Solo tenía un asidero al que agarrarme y que me mantenía con vida tras el accidente: desde la cama, postrada, miraba a mi hijo mientras la luz del nuevo día iluminaba nuestras caras.

lunes, 29 de febrero de 2016

Sin palabras






“Serán solo cien palabras”, me dijeron en la aduana, así que pagué sorprendido al no poder hacerlo con dinero interestelar.  Hacía años que anhelaba visitar aquel famoso planeta por su tecnología y modernidad, donde sus habitantes se comunicaban por telepatía y consideraban las palabras como algo inservible y anticuado. Mientras paseaba disfrutando de la tecnoarquitectura, me di cuenta de la gran cantidad de escuelas que existían. Me encaminé hacia una de ellas y abrí sus puertas. Mi sorpresa fue mayúscula cuando observé que en su interior multitud de personas  aprendían a leer y escribir. Conmocionado ante la imagen, enmudecí. Me había quedado sin palabras.

sábado, 27 de febrero de 2016

Las últimas palabras






Serán solo cien palabras, dije en mi alegato de defensa ante el jurado. Lo intenté, pero las pruebas estaban en mi contra y nadie quiso testificar a mi favor. La gente de este país tenía miedo de hablar, vivían una pesadilla en un mundo irreal donde las purgas eran constantes. Solo esperaba que mi testimonio en clave consiguiera traspasar las fronteras para cumplir mi misión de espionaje; finalmente me encarcelaron.

 Al amanecer, los guardias abrieron mi celda,  me llevaron al paredón y me colocaron una venda. Mientras, le susurraba al viento mis cien palabras.

domingo, 21 de febrero de 2016

Expiación




Cada vez que le hablaba del último sobre rechazado, ella me miraba desconsolada. Inés continuaba enviando cartas al frente, donde hacía ya dos años que Daniel, su marido, había partido en busca de gloria. Yo llevaba otros tantos enamorado de ella, torturándome por cada minuto perdido sin poder besarla.  Evitaba cruzar nuestras miradas, pero al mismo tiempo anhelaba rozar su piel al devolverle otra carta.  La culpa corroía mis entrañas, había matado a Daniel y mi penitencia era amarla.

viernes, 19 de febrero de 2016

Memorias







Me gustaba escribir novelas, era un placer narrar historias y hacer disfrutar a mis lectores con ellas. Con los años sentí la necesidad de pasarme a un  formato más corto. Comencé con cuentos, los cuales fui reduciendo con el paso del tiempo hasta derivar en el breve e intenso microrrelato. De la misma manera que decrecían los textos, mi memoria menguaba. Mis lagunas mentales a veces provocaban anécdotas hilarantes, pero en otras ocasiones eran dignas de preocupación; tal era así, que decidí  escribir mis memorias. De hecho, ahora mismo me encuentro inmerso en la escritura de… ¿qué estaba diciendo?...no recuerdo…pero, ¿quién soy?


miércoles, 17 de febrero de 2016

Purificación





Era de los pocos detectives honrados que quedaban en la ciudad. La corrupción y el crimen organizado reinaban en sus calles, y el detective, que estaba amenazado por la mafia, decidió huir con su familia a un lugar más seguro. Un día recibió una carta y al abrirla, voló por los aires. Horas después, el viento esparció sus cenizas purificando la ciudad.

lunes, 15 de febrero de 2016

Una oferta irrechazable






Era de los pocos detectives honrados que quedaban en la ciudad. Sus contactos en las altas esferas le proporcionaban información privilegiada, pero también le granjearon poderosos enemigos. Amenazado de muerte, meditaba huir con su familia a un lugar seguro, hasta que una misteriosa llamada le hizo cambiar de idea. Convencido por la desorbitada oferta aceptó acudir a la cita, aunque alertado por el peligro. Una vez en la dirección convenida y pistola en mano, empujó lentamente la puerta entornada. Sobre una mesa, reposaba una nota con el encargo: debía investigar su propio asesinato.

sábado, 13 de febrero de 2016

Sueños, magia, amor...teatro



Mis recuerdos de la niñez me trasladaban al pequeño teatro de barrio donde se daban cita mis ensoñaciones. En una ocasión, la actriz, una chica de tez morena e hipnóticos ojos rasgados, me cautivó hasta tal punto que olvidé la obra. Salí de la sala henchido de amor, por ella y por el teatro. Transcurrieron los años, y a miles de kilómetros de mi pasado, volví a verla. Su rostro apenas había cambiado, pero sin embargo sus ojos iluminaban aún más el escenario. Fue entonces cuando descubrí la verdad; no era amor, sino la magia del teatro.

Armas y letras





Los duelistas se citaron al segundo amanecer del año bisiesto. El motivo: la ignominia. Los protagonistas: un monárquico y un republicano en compañía de sus acólitos. El lugar: un paraje de la campiña francesa sumido en el silencio; un silencio roto sólo por el sonido de las pistolas y el entrechocar del frío metal. Tras el duelo, llegó la extenuación y el desagravio. Caídos los brazos y la barrera de la sinrazón, se dio paso al entendimiento. Formaban parte de su lista, la empatía y el diálogo…teñidos de sangre.

lunes, 8 de febrero de 2016

Amor caduco






Vivir a lo grande de los bienes gananciales, era el sueño de Argón. Clea, su mujer, era propietaria de la mayor factoría de androides de la galaxia. Un día, durante un crucero interestelar, Clea le confesó que por sus venas no corría  sangre sino los impulsos eléctricos que le proporcionaban vida artificial. Además, su existencia tenía caducidad; apenas le restaban unos meses para su desconexión. “No te preocupes amor, no me importa que seas un humanoide”, le dijo Argón con hipocresía. De repente, mientras la besaba, un cortocircuito les separó los labios para siempre. Argón había caducado.

viernes, 5 de febrero de 2016

El último escalón








Subir de nuevo a la habitación por la interminable escalera, era un calvario para su doliente corazón. Peldaño a peldaño rememoraba episodios de una vida repleta de errores y desamor. Una esposa fallecida y dos hijos ausentes era todo su bagaje. Su roto corazón a punto de explotar le aupó hasta el último escalón, y una vez allí, una luz le inundó de amor.

Inmersión







Subir de nuevo al camarote era lo que más le gustaba. Eso y corretear por los pasillos para terminar chocándose con alguien. Después reanudaba la carrera mientras se desternillaba de risa. Un día, estando inmersa en sus travesuras, sintió un gran impacto acompañado de un ruido ensordecedor. A continuación, el lugar se transformó en un tremendo caos agravado por los espeluznantes gritos de la gente que corrían de un lado a otro sin terminar de saber muy bien el porqué. La niña subió de nuevo a la habitación para sumergirse por siempre en las frías aguas del océano.

¡Salta!







Subir de nuevo a la habitación y soportar otro lascivo y sudoroso cuerpo era algo que no podría aguantar durante mucho tiempo. En esta ocasión había dejado la ventana abierta. Con determinación se dirigió hacia ella y saltó. Después, tras recorrer unos metros se giró y pudo contemplar con alivio su pasado.

lunes, 25 de enero de 2016

La habitación 203




Subir de nuevo a la habitación del hotel deleitándose con su olor y su presencia ausente, le proporcionaba un placer indescriptible. Acariciar las sábanas aún latentes por un fugaz encuentro, imaginar de nuevo sus apasionadas voces y reposar en aquel sofá testigo de cómplices miradas, conformaban el mundo ideal de la camarera. Mientras tanto, al fondo del pasillo se vislumbraba una nueva historia para ilusionar: la habitación doscientos tres.

miércoles, 20 de enero de 2016

Nunca dejes de mirar






Pero nunca, sin saber bien por qué, dejarán de mirar hacia arriba los niños del parque. Es habitual  verlos rodeados de vendedores de globos ávidos de su solícita mirada. Después, cuando el cordel se desliza entre sus delicados dedos para perderse en el cielo, se quedan embelesados.
Aquel día sin embargo, no eran los únicos. Una gran multitud contemplaba extasiada lo que acababa de suceder. Un  globo se elevó hasta el infinito para a continuación dar paso a siete esferas luminosas, las cuáles, transmitieron paz y bienestar hasta desaparecer.

Ellos, continuarán mirando.

miércoles, 13 de enero de 2016

Suicidas



















Por qué demonios sus dueños los han abandonado en ese inhóspito lugar, es una duda que Virginia se plantea cada día. Desde su punto de vista, es tan válido como otro cualquiera, máxime cuando tras años de sufrimiento y Prozac acaban sumergidos en un mar de apatía y desilusión. A ella no le importa, porque aunque fue allí  buscando tranquilidad para escribir y olvidar su pasado, en cierto modo se siente comprendida y acompañada por ellos. La isla reúne las condiciones necesarias: viento y lluvia, poca luz, sin habitantes y con multitud de acantilados…

miércoles, 6 de enero de 2016

La torre






Era un castillo magnífico, varios siglos lo contemplaban y aún se mantenía en pie tras diversos avatares a lo largo del tiempo. Una guerra civil y varias revoluciones estuvieron a punto de reducirlo a cenizas, pero no lograron que sucumbiera. Con el paso de los años variopintas casas habían ido adosándose al amparo de sus imperturbables muros; tantas, que al pasear por el adarve podías asomarte y contemplar las casas de piedra coronadas por la rojiza teja, bajo la cual  sus habitantes se protegían del frío. La empalizada original había desaparecido, mientras que del foso ya nada quedaba puesto que había ido llenándose de piedras y escombros que posteriormente fueron utilizados en la reconstrucción del castillo.
Esplendorosos periodos de paz y prosperidad ensalzaron a sus reyes y señores, pero si se guardaba silencio, aún se podían sentir los lamentos y gemidos de los desgraciados que cayeron en  multitud de sangrientas batallas.
Al parecer, pasadizos secretos recorrían el subsuelo, desembocando algunos de ellos en el exterior e incluso dentro de las casas adyacentes.
 En una de las casas-rémora de la fortaleza, bajo una de las torres, vivía un anciano desde tiempos inmemoriales.  Su principal ocupación consistía en pasear por el camino de ronda que recorría todo el perímetro del castillo, disfrutando de las vistas sobre el pueblo y recordando los viejos tiempos pasados.
Una fría noche, refugiado al calor de la lumbre y pese a su incipiente sordera, le pareció oír un ruido que provenía del exterior. A la vez que intentaba agudizar su maltrecho oído, se dirigió hacia la puerta  para asomarse a la oscura y gélida noche, pero fue lo último que hizo.
Poco después todo se llenó de bomberos y ambulancias con sus estridentes sonidos y sus cegadoras luces. La torre sur se había desplomado sepultando bajo sus centenarias piedras la casa del desdichado anciano. En las labores de búsqueda no se halló su cadáver.

         Hoy en día, los visitantes del castillo aseguran oír pisadas entre sus muros.