No era
el mar pero se le parecía. Aquel torrente de agua había anegado toda la ciudad,
y Ernesto mientras tanto, lo contemplaba con indiferencia desde su atalaya. A
bordo de su barquito de papel surcaba las inundadas calles sorteando todo tipo
de objetos flotantes. Durante su periplo recogía pequeños tesoros: un patito de
agua, un flotador, una pelota…hasta que de repente gritó “¡tierra a la vista!”,
y decidió atracar en una isla improvisada. Una vez allí, pensó que no debería
haberse dejado el grifo de la bañera abierto, así que tras localizar una
alcantarilla, levantó su tapadera y el agua fue desapareciendo. Ernesto quería
volver a casa.
viernes, 25 de noviembre de 2016
sábado, 19 de noviembre de 2016
Nunca es mal momento
Espero
que puedas perdonarme por querer acabar con mi vida, pero ya no soportaba que
nos cruzásemos en el portal sin que me dirigieras la palabra. Sin embargo, yo
suspiraba por hablar contigo algún día y poder sentirte cerca. En las reuniones
de vecinos te escuchaba atentamente, y no faltaba a mi cita tras la pared para
oírte cantar en la ducha. Pero mi aguante tenía un límite, así que desesperado,
esa tarde me arrojé por la ventana al vacío. La fatalidad del destino quiso que
cayese sobre ti, aunque por fin me hablaste: "¡me estás aplastando imbécil!" Bueno, nunca es mal momento para empezar…
sábado, 5 de noviembre de 2016
Un vuelo inesperado
Sigo
observando mi trocito de cielo desde la ventanilla del avión. El viaje dura
doce horas y ahora nos encontramos sobrevolando el Atlántico, pero merece la
pena tras un año sin ver a mi familia.
La
mayoría de los pasajeros duermen, otros ven una película o escuchan música,
y
algunos cabecean mientras leen. Esta siendo un vuelo tranquilo, pero de repente,
se oyen unos gritos y un estruendo que provienen de la cabina de mando. A
continuación, el avión comienza a perder altura y desciende rápidamente. El
pánico se apodera de todos; el fin es inevitable…
Probar
un simulador de vuelo es una experiencia muy real.
Cambio de hábito
Sigo
observando mi trocito de cielo desde la ventana. Cada mañana, al levantarme,
subo la persiana, descorro la cortina y contemplo extasiado su celeste
infinito. Lo miro desde el retiro forzoso, ya que apenas salgo de casa por la
intolerancia a la luz.
Hoy,
como otras veces, me levanto, subo la persiana y descorro la cortina. Sin
embargo, esta vez me quedo petrificado. Donde antes resplandecía un eterno
azul, solo queda el vacío: han quitado el cartel publicitario que atesoraba mis
sueños.
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