Sigo
observando mi trocito de cielo desde la ventana. Cada mañana, al levantarme,
subo la persiana, descorro la cortina y contemplo extasiado su celeste
infinito. Lo miro desde el retiro forzoso, ya que apenas salgo de casa por la
intolerancia a la luz.
Hoy,
como otras veces, me levanto, subo la persiana y descorro la cortina. Sin
embargo, esta vez me quedo petrificado. Donde antes resplandecía un eterno
azul, solo queda el vacío: han quitado el cartel publicitario que atesoraba mis
sueños.
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