Espero
que puedas perdonarme por querer acabar con mi vida, pero ya no soportaba que
nos cruzásemos en el portal sin que me dirigieras la palabra. Sin embargo, yo
suspiraba por hablar contigo algún día y poder sentirte cerca. En las reuniones
de vecinos te escuchaba atentamente, y no faltaba a mi cita tras la pared para
oírte cantar en la ducha. Pero mi aguante tenía un límite, así que desesperado,
esa tarde me arrojé por la ventana al vacío. La fatalidad del destino quiso que
cayese sobre ti, aunque por fin me hablaste: "¡me estás aplastando imbécil!" Bueno, nunca es mal momento para empezar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario