viernes, 25 de noviembre de 2016

¡Agua va!







No era el mar pero se le parecía. Aquel torrente de agua había anegado toda la ciudad, y Ernesto mientras tanto, lo contemplaba con indiferencia desde su atalaya. A bordo de su barquito de papel surcaba las inundadas calles sorteando todo tipo de objetos flotantes. Durante su periplo recogía pequeños tesoros: un patito de agua, un flotador, una pelota…hasta que de repente gritó “¡tierra a la vista!”, y decidió atracar en una isla improvisada. Una vez allí, pensó que no debería haberse dejado el grifo de la bañera abierto, así que tras localizar una alcantarilla, levantó su tapadera y el agua fue desapareciendo. Ernesto quería volver a casa.

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